miércoles, 26 de enero de 2011

María y la dimensión del discipulado

El día de hoy el R.P. Ariel Valdés Placencia, C.O. nos compartió un lado más de María que vamos a compartir con ustedes.

El discipulo de Jesús no lo es por iniciativa propia sino en respuesta a una llamada. Todo empieza por iniciativa del Señor, que es quien llama, y todo sigue si encuentra plena disponibilidad en el llamado. Así ocurrió con los primeros discípulos: él los llamó y "dejándolo todo" lo siguieron. También así fue en el caso de María. Podemos considerar el relato de la Anunciación como el de su vocación y su respuesta de fe, como expresión de su eterna disponibilidad.

Ahora bien, la llamada del Señor al discípulo conlleva siempre a una misión. El Señor llama para algo: llama y envía al mismo tiempo; vocación y misión son inseparables. Lo que fueron en el Antiguo Testamento lo son en el Nuevo: "venid conmigo y os haré pescadores de hombres" (Mc1,17)

El discípulo es, por definición, un "aprendíz". Por eso en el evangelio, el seguimiento precede a la misión. San Marcos expresa muy bien los dos momentos "instituyó doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar" (Mc 3,14). Así pues, al discípulo no le basta con el sí inicial a la llamada; necesita también un Sí- continuado y renovado constantemente, con entera fidelidad, en el seguimiento del Señor. Sólo así llegará finalmente a descubrir y aceptar aquella misón implícita en su vocación.

A primera vista si proyectamos sobre la figura de María estas consideraciones en torno al discipulado, no nos encajan en ella, no nos parece que la fe y la misión de María se manifiestan de modo pleno, pero, ¿No era su misión ser madre?.

Si Maria es, pues, discípula, su fe-obediencia es una fe-obediencia en camino, en proceso de ahondamiento y desarrollo; su misión, su lugar en el plan de Dios, su puesto en el Reino, algo que irá descubriendo al filo de ese proceso. Sí, María tiene que aprender quién es su Hijo y, con él, quién es en definitiva ella en el plan de Dios.

La contemplación de María como "primera cristiana" y como "discípula", nos ha proporcionado una imagen de ella más cercana a nosotros, a lo que es nuestra propia experiencia de creyentes. "A este lado" de la vida cristiana, María se nos hace maestra, compañera de camino y espejo en el que contemplamos y comprendemos.

María nos ha enseñado que, el discípulo no es tal hasta que no se haga en la fidelidad, día a día, del seguimiento.

"De ella han hablado y hablarán todas las generaciones, pero no por ella misma, sino, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en ella y por ella, y esas obras se nos develan, precisamente, a la luz de la Palabra de Dios y no de nuestras elucubraciones humanas."



No hay comentarios:

Publicar un comentario